Educación: ¿Qué debemos aprender de los finlandeses?
¿Qué tiene que aprender el sistema educativo colombiano del finlandés? ¿Por qué Finlandia tiene los mejores resultados en las pruebas que miden la calidad educativa? ¿Son los niños finlandeses más inteligentes que los colombianos? ¿Es la cultura o posición geográfica lo que influye en el éxito o fracaso del sistema? ¿Son las políticas públicas?
Finlandia parece haber encontrado la clave del éxito. Es un país altamente industrializado, hay sentido de comunidad y participación cívica, tiene uno de los menores índices de pobreza y corrupción en el mundo y según el Índice de Desarrollo Humano -que mide salud, educación e ingresos- se encuentra entre los primeros 25 países del mundo. Además, en todas las medidas internacionales, rankings y exámenes que se invente el ser humano, el país nórdico es el número 1 en educación. Expertos en el tema viajan desde todos los rincones del mundo y entran al salón de clases para tratar de sistematizar y analizar cuál es la clave del éxito. ¿Son los niños finlandeses más inteligentes que los demás niños del mundo? ¿O es un tema cultural? ¿Tiene el clima y la posición geográfica algo que ver? ¿Es la infraestructura y los calentadores que hay en los colegios lo que permite que exista un ambiente propicio y adecuado para el aprendizaje? ¿O es que en Finlandia no hay corrupción y la clave del éxito está relacionada con políticas públicas? ¿Qué tal si la gran diferencia es cuestión de valores?
Para los colombianos debe ser sorprendente que todos los niños y jóvenes finlandeses reciban la misma educación de calidad, sin importar la cuenta bancaria de sus padres o el lugar donde nazcan. Además, la profesión del docente es altamente estimada, sólo aquellos con excelentes notas pueden empezar la carrera para ser docentes y para pararse frente al salón de clases deben tener al menos una maestría. Los colegios son pequeños, los salones tienen alrededor de 15 a 20 estudiantes y en promedio el profesor finlandés gasta 600 horas al año en el salón de clases. Las artes están integradas a todas las asignaturas y al final del año, se evalúa muy poco al estudiante. En Colombia, la realidad es distinta. Si naces en Chocó o en la Guajira la probabilidad de recibir una educación de calidad es mucho menor que si naces en Cundinamarca o en Santander. En Colombia un profesor “trabaja 1720 horas al año, de esas 1290 son presenciales y de las presenciales 880 son destinadas a dar clases.”[i] En el 2009 el Ministerio de Educación fijó un tope máximo de 45 alumnos en cada curso, pero el número de estudiantes en un salón de clase excede esta cantidad en muchísimas ocasiones. Además, no se necesita una maestría para ser profesor y según los últimos resultados del examen de estado Saber Pro, los licenciados no están entre los mejores desempeños en escritura, lectura crítica ni razonamiento cuantitativo. Por lo tanto, Finlandia es un referente de excelencia para el sistema educativo colombiano.
Hay que partir de una premisa: los niños colombianos pueden sacar los mismos o mejores resultados que los niños finlandeses. ¡Es decir, en 20 ó 30 años, Colombia podría ser el número 1 en todas las pruebas que miden la calidad de la educación en el mundo! ¡Es cuestión de ganas de cambiar la situación actual!
Pero para comprobar que los finlandeses no es que sean más inteligentes que los colombianos y que la posición geográfica o la cultura no tiene nada que ver con la posibilidad que tiene un niño para alcanzar todo el potencial que tiene como ser humano, veamos el caso de Corea. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividida siguiendo el paralelo 38 en Corea del Norte y Corea del Sur. Ambas estaban igual de devastadas, había pobreza y hambruna por doquier. A pesar de compartir la misma cultura, la misma posición geográfica, el mismo clima hubo una gran diferencia en la manera como sus economías se adaptaron al cambio y la manera como se fueron organizando.
En una Corea la educación es destinada a dar legitimidad a un régimen, mientras que otra Corea tiene uno de los mejores puntajes del mundo en las pruebas Pisa. En una Corea, los jóvenes cuando se gradúan del colegio deben prestar 10 años de servicio militar mientras que en otra Corea pueden prestar 22 meses y luego estudiar en la universidad, pedir un préstamo bancario o montar un negocio. Y pensar que ambas Coreas hace aproximadamente 30 años estaban en el mismo punto de partida. Para Daron Acemoglu y James A. Robinson en Por qué fracasan los países, el origen de la prosperidad y de la pobreza está en la base de las instituciones inclusivas o exclusivas, explicando que una Corea incluía al pueblo en sus políticas públicas, mientras que otra Corea se quedó en un régimen autoritario excluyente en el cual el pueblo no se beneficiaba. Por lo tanto, ni la cultura ni la geografía ni la ignorancia prueban que los estudiantes surcoreanos sean más inteligentes que los norcoreanos, simplemente las oportunidades son distintas. En este orden de ideas, los estudiantes colombianos también podrían sacar los mismos resultados que los estudiantes finlandeses o surcoreanos. Es cuestión de oportunidades.
En Finlandia los cambios profundos se dieron poco a poco y durante 3o años las buenas prácticas fueron abriendo el camino para lo que hoy en día es el sistema educativo finlandés. A principios de los años setenta, el gobierno se propuso ofrecerles a todos los niños y jóvenes una educación de excelencia y el camino empezó a vislumbrarse con políticas públicas que aseguraban educación básica para todos. Primero cubrimiento, luego calidad. En los años ochenta, los esfuerzos se concentraron en la educación de los docentes. Se fortaleció la educación que recibían los estudiantes licenciados en las universidades y para los años noventa el sistema educativo finlandés se basaba en la confianza. Padres de familias aprovechaban los fines de semanas para ir con sus hijos a las bibliotecas de las grandes ciudades. Políticos y directivas de colegios, empresarios, todos empezaron a confiar en la calidad de la educación que sus hijos estaban recibiendo. Hoy en día los profesores no son evaluados ni supervisados por rectores, otros profesores o estudiantes, hay pocas evaluaciones para los estudiantes y esto permite que cada uno desarrolle su estilo de aprendizaje y que el estudiante asuma una gran responsabilidad en su proceso de aprendizaje. ¿Qué está ocurriendo en Colombia en materia de educación? ¿Son suficientes los esfuerzos que ponemos en esta transformación?
“La educación en mi país es gratis, por lo que todos tenemos la posibilidad de estudiar. Si quieres ir a una buena universidad debes tener notas excelentes, pero no importa si tus padres tienen dinero o no. Y en el colegio todos aprendemos lo mismo. Gente educada significa menos pobreza, menos crímenes, menos ignorancia y por supuesto que menos guerras.” Dice Per Magne Dalen, un joven nórdico que vino a estudiar español a Colombia y que hizo énfasis que: “en mí país no sirve de nada que tus padres tengan dinero, aquí parece que fuera lo único que importara para entrar a excelentes universidades y las personas no parecen tener conociencia de eso, parece no importarles que las cosas tienen que cambiar”.
Posiblemente el problema del sistema educativo colombiano sí tiene que ver con políticas públicas, sí tiene que ver con la educación que reciben los futuros docentes de nuestro país, quizás tiene que ver con que el reconocimiento del docente en Colombia, con las condiciones laborales, la infraestructura… Son tantos los aprendizajes que Colombia debería aprehender del país nórdico. ¿Pero qué se puede hacer hoy en el salón de clase?
Se pasó por encima un detalle muy importante de la educación en Finlandia: la base de la educación está en la confianza. No se puede tener un sistema educativo efectivo sin profesores efectivos que confíen en sus estudiantes. Si un profesor confía en sus estudiantes, los estudiantes confían en su profesor, los padres confiarían en ese profesor de igual modo y luego el colegio confiaría también. Se crea un círculo de confianza. Pero a los finlandeses les tomó 25 años aprender a confiar. Entonces no esperemos que mañana en el salón de clases podamos confiar en que todos nuestros estudiantes harán una tarea para el día siguiente pero sí hay que vislumbrar el camino, hay que generar el ambiente para enseñar a confiar, pero más importante, aprender a confiar.
Debemos construir ese ambiente propicio basado en la confianza en los salones de clases, independientemente qué está ocurriendo fuera de él. El cómo es el gran desafío de todos. Nuestro sueño de construir un movimiento de líderes comprometidos con la transformación social necesita de nosotros para que padres de familias, directivas de colegios, empresarios y en especial, los estudiantes, crean y confíen en sus profesores.
Por Alejandro Ariza Buitrago
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