Atando Cabos
Por: Nataly Opazo
Existen casualidades que solo se pueden percibir como tal al conectarlas con episodios significativos; es decir, solo es posible reconocerlas cuando ya hacen parte del pasado. Luego de algunos intentos académicos, laborales e incluso emocionales, decidí emprender un viaje con el fin de encontrar mi lugar, lugar que trasciende el espacio físico y se convierte sencillamente en tranquilidad. En un barco conocí a Adriana, persona que un mes después, mediante un correo y mensaje alentador, me presentó una propuesta que «podría interesarme».
Ahí estaba Enseña por Colombia y al abrir la página web de la convocatoria, sentí lo que algunos ECOS han llamado “amor a primera vista”: supe que era el lugar en el que quería estar, tanto así, que aun siendo una opción muy incierta, me alentó a renunciar a algunos proyectos que había fijado como prioritarios, pero que no me estaban ofreciendo la tranquilidad que anhelaba. Enseña por Colombia, si bien no era algo seguro en ese instante, se presentaba como una herramienta para cuestionar mi realidad, evaluar acciones y tomar decisiones concretas.
Luego de completar el proceso de convocatoria y selección (formularios, pruebas, entrevistas), fui notificada de ser seleccionada y tener la posibilidad de pertenecer al grupo de ECOS de la cohorte 2014, noticia que además de llenarme de alegría, me conectó nuevamente con mis motivaciones; comprendí que aquel viaje en barco fue necesario, tuve que cruzar la mitad del continente para regresé a ocupar mi lugar. Entonces, llegaron los primeros días de formación en el instituto de pedagogía en la Universidad de los Andes. Estos, fueron días que me permitieron entablar relaciones, fortalecer conocimientos, plantear objetivos y acercarme al ejercicio docente que luego pondría en práctica en el Urabá antioqueño, durante dos semanas enseñando un refuerzo escolar a niños entre 9 y 13 años.
Antes de partir al Urabá, nos recordaron la importancia de “tomar una fotografía” de nuestros estudiantes, con el fin de hacer un paralelo entre ese primer diagnóstico y los resultados obtenidos al finalizar las semanas de refuerzo. En el colegio La Cadena ubicada en el municipio de Carepa, fui “proe” de Ciencias Naturales en 401 y 402, si bien el diagnóstico a nivel de conocimientos no fue muy alentador, los niños manifestaban con sus miradas las ganas de aprender y crecer, de recibir clases divertidas, asistir al refuerzo y participar en las dinámicas grupales que planeabamos para cada día.
Durante el proceso, además de reforzar los contenidos temáticos, hice énfasis en la importancia del respeto, del amor por el otro, de la sana convivencia en el aula y contextos cotidianos, asimismo en la necesidad de sembrar semillas que más adelante consolidarán el proyecto de vida. Fue emocionante ser testigo de un proceso en el que diariamente se evidenciaban cambios: a pesar de las dificultades, los acuerdos ganaron importancia y todos se encargaban de hacerlos cumplir; los niños que no participaban, ganaron confianza y paulatinamente se integraron a las actividades; los conceptos abandonaron el tablero y los cuadernos para abrir paso a discusiones en las que los niños generaron hipótesis interesantes y argumentaron sobre trabajos realizados. En dos semanas fuimos capaces de ver más allá del aula.
Cada anécdota me reconectó con pasiones perdidas, aquella foto de diagnóstico también cambió para mi, estoy absolutamente convencida que las experiencias que obligan a abandonar la zona de confort enriquecen, sacuden y plantean otra perspectiva. No puedo desconocer que la experiencia me permitió crecer a nivel académico y profesional; sin embargo, más allá de ello, quiero hacer énfasis en mi crecimiento como ser humano… como persona: ser capaz de dar respuesta a cuestionamientos, poner en juego mis principios, reconocer mis errores, fortalecer mis habilidades y reflexionar sobre el ejemplo con el cual debo enseñar.
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